sábado, 24 de noviembre de 2007

Las ventanas que nunca abrieron


Con el crepitar de las hojas en mi jardín, veo crecer mis pies. ¿Cuántos años han transcurrido desde hoy? ninguno seguramente, la confusión siempre me ha acompañado, desde las mañanas en el Monte Carnero hasta Ank-Morpork.
La verdad de las cosas es que extraño mucho ver a los peces tratando de ser alpinistas, era un espectáculo maravilloso que no podría repetirse en otro lugar, también me gustaría escuchar a los árboles cuando murmuraban en la noche para preparar la segunda venida de su Mesías. ¿Con cuantas personas me gustaría reencontrarme? Yo diría que muchas y muchas, añoro el momento de poder volver y ver a mis hijos crecer entre pastos y nubes, lagos y tortugas, vida y muerte, magia y brujería, rock… etc.
Con cara de susto recuerdo a los perros del vecino, eran los que con apetito despertaban mis ansias de ir al baño por las noches, la leche a la luz de la luna esperando el nuevo amanecer lento y magnánimo.
La noche de vigilia de los puercos era la noche mas esperada del año, donde todos mirábamos el cielo y esperábamos ver el cielo despejado sin ninguna estrella roja amenazando la destrucción total del Disco, o algún elefante desbordando el planeta.
Mi cara de pocos amigos la gane luchando en las cuevas mágicas del sol decreciente, donde competía por ser el que mas duraba en la oscuridad, el olor a humedad siempre era el factor que mas complicaba a los competidores, ese olor fue el que iba desfigurando mi cara, al parecer tenia propiedades mágica, pero eso era algo sumamente normal en el lugar donde vivíamos, la magia estaba acumulada por montones y por todas partes.
El recuerdo de todo eso estará siempre en mi mente y mi vida siempre estará en mi cuerpo…